La fosa perpetua
Soñé que había nacido en una gran fosa y que otras criaturas nacían conmigo. Éramos sombras aglutinadas en una profundidad tenebrosa en donde nadie tenía la mínima inquietud de preguntarse qué había allá arriba, afuera de la fosa, en donde no veíamos más que dos lumbreras, una amarilla y otra azul, que cruzaban cada cierto tiempo mientras nosotros brincábamos excitados. En la espesa oscuridad comíamos tierra y procurábamos no movernos mucho para no irritarnos entre roces que provocaban un altercado de rugidos propio de las bestias.
Cansado de esa vida de placenta, tomé la decisión de escapar en la próxima ocasión en que la lumbrera azul apareciera sobre nosotros. Cuando así sucedió, inicié el altercado con unos bruscos movimientos en el afán de trepar por las arenosas paredes de la fosa. Sentía cómo la tierra penetraba en mis ojos y en mis uñas, mientras que las otras criaturas tiraban de mí hacia abajo. Entre gritos y fuerza yo no me rendía y volvía a trepar escarbando las paredes con furia, pero el bullicio de los malditos me llenaba de vértigo, cogían mis barbas y me arrojaban otra vez al suelo y me enterraban con pisadas y lluvia de saliva. Desperté cuando la planta negra de un pie eclipsaba el azul del astro rocoso, dispuesta a partirme la cabeza.
Abrí los ojos. Comprendí que a veces en el mundo estamos más que solos cuando buscamos una vida mejor.
César Antonio
Comentarios
escalofriante.
si fuesemos conscientes de nuestra vida, todo seria diferente. seguro.
besos Vago!
Saludos.
Ya soy seguidor,josemp1961 en gris, como tú del mío, de tu gran blog. Un abrazo
saludos y un abrazo.
Y sí, solos estamos aún cuando no buscamos nada, en la profunda angustia de la existencia.
Un beso.
Besos y abrazos.