Entradas

Mostrando entradas de agosto, 2009

El silencio de los océanos

E l microbús atestado de pasajeros se detuvo frente al semáforo en luz roja. Aprovechando esa breve parada, desde los últimos asientos, un joven aparentemente invertebrado, con permiso y permiso, se abrió paso entre la enredadera de cuerpos. Para su suerte, logró descender de los estribos cuando el microbús ya se ponía en marcha. Cargaba una mochila barrigona y vestía un pantalón dril verde-amarillento y un polar azul a cuadros. Se encontraba en la aristocrática Plaza Municipal de Barranco. Barranco: ciudad que por muchas décadas acogió a un sinfín de artistas, como cantores, poetas y pintores. En medio de la plaza se extiende un manantial del cual nace una pileta con un griego cuerpo de mármol que riega románticamente lenguas de cristal. Frente a frente, separadas por la plaza, se miran la iglesia y la biblioteca, la religión y la ciencia. La iglesia se erige con su gran pórtico —velada por santos inertes en piedra blanca—, con sus muros color fucsia al estilo republicano y con una

Estado trílcico

A veces soy inevitablemente taciturno. Frío. Más helado aún que las noches en las que garúa y lamentas no haberte abrigado con más chompas. Si algo cálido sale de mi boca, solo es el vaho que exhalo. Pareciera que ando enojado, y ciertamente algunas veces lo estoy; sin embargo, la mayoría de mis silencios suelen ser la expresión de la quietud de mi alma a través del reposo y evanescencia de mis palabras, comparadas solo al vahído de tus besos en mi mejilla después de cada afable y a la vez dolorosa despedida. Si trilce significase triste y dulce a la vez , sería el vocablo perfecto que defina mis momentos callados, que parecen demandar soledad. Mas si estoy a tu lado, créeme que no estoy demandando soledad, es más, me agrada ver como cae blandamente la neblina sobre tu cabello lacio y la redondez de tus infantiles hombros, mientras me preguntas qué tengo y sola te respondes lo que ya sabes que diría, apresurándote a decir: Nada. César Antonio