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Mostrando entradas de 2009

Alivio

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Otros quisieran ser tu héroe. Yo me conformo con ser tu enfermero .        Reposa Ojalá no estés grave Toma agua caliente con limón Es efectivo si tienes gripe ¿Te duele la cabeza? Pide silencio Ya lo sé... tu casa es un infierno ¿Todavía hay niños? Si yo viviera cerca... Si yo viviera cerca te visitaría pediría permiso para hacerte una taza de té Iría a la farmacia con mucho gusto Mojaría los paños para calmar la fiebre Permanecería a tu lado te contaría una historia un chiste... No, eso no, sería perjudicial. César Antonio

Ardor

        Hay más niños detrás de esos cerros sucios invadidos por casas que forman desordenadas callejuelas, niños que juegan con tierra, que compiten lanzando piedras, que me miran y se burlan de mis lentes y me dicen cuatro ojos, negro mama, como si ellos fueran gringuitos, mocosos del demonio. Me siento a descansar a mitad de las escaleras, un poco más arriba de un pequeño jardín de donde revolotean flores con alitas blancas que se apiadan de mí. El cielo… Dios no vive en el cielo, Dios no es cochino ni pobre para que viva en esa mugre. Estoy tan cansado, no quiero subir más, quiero morirme aquí, en medio del camino, en medio de todo, y ser tragado por esas rocas que amenazan con aplastarme si me atrevo a gritar para romper en cólera. Daría todo lo que tengo por un panorama bello y celeste; en cambio, veo un hombre que mea insultando el horizonte. César Antonio

Manuel

          Las 22 horas. Noche infernal: luces de neón, paradisiacos tragamonedas, el cine Susy y sus películas pornográficas, desmontes de basura debajo del puente, chifas, peluquerías y discotecas, vendedores con la merca sobre plásticos azules o negros, tendidos en el piso; churros con manjar revolcados en azúcar blanca y fritos en aceite Castrol, venta de películas, series y comedias escabrosas, hombres de rostro surrealista: caras de piel grumosa y chuzos, piercing en la nariz, minúsculos aretes. Voces roncas. Bermudas. Desproporcionadas poleras con capucha. Señoritas que visten sin gusto: la panza al aire, la espalda descubierta. Sodoma ¿Sodoma? Ciudad de Dios.        Arrastro el alma, cruzo la avenida por debajo del puente, esquivo a las peluqueras que insisten en hacerle un corte a mi alborotado y oscuro cabello. Le compro un cigarrillo a una desamparada abuela. Fumo. Sigo caminando. A la entrada de un burdel un hombre anuncia: ¡A sol la barra! Pago e ingreso. Fluorescentes de

Banca

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A mi abuelo Hildebrando Torres Suazo, aunque él hubiese preferido una historia de vaqueros, a lo Gran Chaparral o como en Bonanza. Además le dedico el video titulado El Piano que podrán ver al final de la lectura, solo le hacen click. El espejo presentaba a un hombre viejo que, a pesar de los años requeridos para ser sabio, aún conservaba una cenicienta cabellera. Peinose levantando el endeble y lento brazo, cerciorose del cuello de su camisa y notó su espalda encorvada… La vejez parece una reverencia a la vida, y la soledad en ese estadio ya es eterna. Hace veinte años que el cielo había recogido a su querida esposa, y hace veinte años que había dejado de ser tan feliz. Vivía en el número tres de la vieja quinta del portón marrón de madera carcomida por el tiempo. Vivía solo y salía por las mañanas rumbo al parque Butters para leer con frescura el periódico. Tenía su banca favorita, y los que conocían al viejo sabían que sentarse en esa banca era como profanar un lugar santo, que casi

Pendejos

Mentira Yo no he visto a nadie que ande pidiéndo un pedazo de pan ¿Dónde está? ¿Debajo de mi auto? ¿Acaso juega en el club de los socios? Yo no he visto a ningún desesperado dentro de mi billetera. En el Perú, si no eres pendejo, se pendejean contigo. El que no llora no mama , dice la frase. Es un caos, una especie de anarquismo moderado el que vivimos, unos arriba, otros abajo, cada uno jalando para su lado, tratando de vivir como mejor pueda. César Antonio

La balada onírica

La música sacude cada espiga de la piel, penetra como un fantasma en un castillo de huesos, llega hasta la nebulosa imaginaria y emerges tú, en cuadros empotrados en las paredes que evocan sueños. En mi mundo artificial aparecemos los dos. Estás sentada frente a mí, sobre una banqueta, con una pierna sobre la otra, en una actitud casi sensual, luciendo tus pies blancos y pequeños, refinados. Vistes, elegantemente, la seda de un rojo pasión encajado a tu cuerpo de agua y tendido bajo los hilos de tu pelo suelto. Veo tu faz que no ha recurrido —que jamás recurre— a lápices de boca ni a polvos de camerino para dar el fulgor de tus claras y límpidas facciones. Hermosa, ángel: ojos preciosos de los que no preciso el color porque nunca me sostuve en ellos, quizá por timidez, no sé... Nariz de prados y serranías verdes, andina, incaica; labios rosados que en uno de sus polos guarece a un minúsculo punto negro. Y me creo amo y señor de melodías y acordes. Modulo una voz trémula, suave y algo t

Poema naranja

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Imagina mis labios besando tu vientre, posándose cual mariposas en cada flor de tus senos; mis manos hormigueando tus piernas que son como boas blancas, delgadas, mansas. Imagina tus poros delirar, tus pies en ballet cercenando el espacio, tus manos rasgando mi espalda, buscando mi dolor y mi fuerza para ayudarte a encontrar las profundidades de tu sexo, y la humedad de tu fiebre femenil. César Antonio

El silencio de los océanos

E l microbús atestado de pasajeros se detuvo frente al semáforo en luz roja. Aprovechando esa breve parada, desde los últimos asientos, un joven aparentemente invertebrado, con permiso y permiso, se abrió paso entre la enredadera de cuerpos. Para su suerte, logró descender de los estribos cuando el microbús ya se ponía en marcha. Cargaba una mochila barrigona y vestía un pantalón dril verde-amarillento y un polar azul a cuadros. Se encontraba en la aristocrática Plaza Municipal de Barranco. Barranco: ciudad que por muchas décadas acogió a un sinfín de artistas, como cantores, poetas y pintores. En medio de la plaza se extiende un manantial del cual nace una pileta con un griego cuerpo de mármol que riega románticamente lenguas de cristal. Frente a frente, separadas por la plaza, se miran la iglesia y la biblioteca, la religión y la ciencia. La iglesia se erige con su gran pórtico —velada por santos inertes en piedra blanca—, con sus muros color fucsia al estilo republicano y con una

Estado trílcico

A veces soy inevitablemente taciturno. Frío. Más helado aún que las noches en las que garúa y lamentas no haberte abrigado con más chompas. Si algo cálido sale de mi boca, solo es el vaho que exhalo. Pareciera que ando enojado, y ciertamente algunas veces lo estoy; sin embargo, la mayoría de mis silencios suelen ser la expresión de la quietud de mi alma a través del reposo y evanescencia de mis palabras, comparadas solo al vahído de tus besos en mi mejilla después de cada afable y a la vez dolorosa despedida. Si trilce significase triste y dulce a la vez , sería el vocablo perfecto que defina mis momentos callados, que parecen demandar soledad. Mas si estoy a tu lado, créeme que no estoy demandando soledad, es más, me agrada ver como cae blandamente la neblina sobre tu cabello lacio y la redondez de tus infantiles hombros, mientras me preguntas qué tengo y sola te respondes lo que ya sabes que diría, apresurándote a decir: Nada. César Antonio

Instantes vernales

Dedicado a una pequeña filósofa, Verónica C. Si yo fuera dueño de estos diurnos instantes: FABULOSO. Los llevaría todo el tiempo en mi bolsillo o entre la pantorrilla y los calcetines, debajo de la lengua o camuflado en el corazón, como un burrier. Y cada vez que a causa de malsanos momentos arrastre las sucias zapatillas sacaría los felices instantes guardados junto a los cobrizos centavos. Y como corona que refulge sobre la coronilla de un príncipe medieval ostentaría mi alegría con locura de muchachito. Pero si no puedo ser dueño de bellos momentos para manipularlos, cual un dios juguetón, sé que puedo ser su artífice ¡A patentar en la memoria! César A.

Contar, sencillamente por contar

I Se dispersa la emoción de alguna extraña alegría por las habitaciones de mis huesos, como un niño en casa nueva. Sube las escaleras hasta mis labios y me estira una sonrisa. Soy feliz a cien grados celsius, soy galleta soda en el brusco cambio de un segundo. Las canciones de Izha tienen la culpa de aquel rumor que ecualiza el pasado en mi memoria. ¡Qué buenos recuerdos surgen cuando se respira bien la música! Hoy estoy un poco, un poquito, casi nada SENSIBLE . II Afuera de esta casita de paredes frágiles de Triplay la oscuridad de la húmeda y densa neblina de la noche logra que yo prefiera mis reflexiones aquí dentro, en el rincón filosófico de la pequeña biblioteca que forjé en lo que va de mi modesta búsqueda del conocimiento a lo largo de los breves años que tengo en este empírico mundo. III Me gusta la noche y la soledad porque me gusta oír a los grillos cantar como si tocaran pito de policía de tránsito y para acompañar nunca falta el ladrido de un perro atormentado por algún fa

De grande

-¿Qué quieres ser cuando seas grande? - Niño César Antonio

De paredes, aceras y esquinas oscuras como tú

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Cuando tus ojos son solo ojos, el nudo en mi garganta se ajusta más y más. Cuando no eres niña, cuando no molestas, cuando ocultas tus penas, ¿te das cuenta cuán nublada está la calle y cuánto frío nos separa? Cuando permaneces taciturna mientras van nuestros pasos marcando sonadas horas, horas como marcha fúnebre, como paseo de enemigos, ¿oyes a aquel gato poeta velando nuestros siglos de silencio? Respeto tu derecho a callar Pero si confías en mí te buscaré una sonrisa César A.

Me muero de contento

Me muero de contento huelo a cera a patio limpio a parque a señora con guantes para mojarse a amigo antiguo a muchacha con cintura que abrazaría con los dedos a cursos trancas a tareas que nunca se acaban y que me dan madrugadas a realidad a fantasía a palabras sueltas a palomas sueltas a cielo plomo de invierno dorado Me muero de contento quisiera quedarme aquí toda la vida toda la muerte Quisiera quedarme así toda la eternidad. César A.

06 de junio

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Un nativo peruano ha muerto Un policía peruano ha muerto Otro nativo peruano ha muerto Otro policía peruano ha muerto Más nativos peruanos han muerto Más policías peruanos han muerto. Y la muerte en un policía la abrió una lanza Y la muerte en un nativo la abrió una bala ¿Qué pasó con la Carta Magna? ¿Dónde estaban los responsables? ¿Dónde estuvimos los demás? César A.

30 de mayo

Cuando te beso toda el alma se me va a los labios. Es una maravilla sentirte, más que cerca, pegada a mí, aterrizada en mí, explorándome con los ojos durmientes, palpando mi pasión con tus palabras inhibidas, tratando de explicarse con otras palabras difuntas, que son mías, que se explican con articulaciones silentes. Tu beso no se posa en mí, sino que se destruye en mí, se desintegra en mí, vive hasta fatigarse, hasta gastarse, y mientras fenece, cristianamente resucita mis vientos para que yo desafíe a todas mis muertes. Vuelve a besarme, con esa fuerza con la que provocas que el tiempo duerma en la niebla, girando sobre nuestras cabezas y los hombros, en una danza suave y encantadora. Vuelve a besarme, y comprende que el amor no se busca en los defectos, sino en las virtudes. Porque yo nací con el bufido de Dios, y con ese ardor te amo, y con ese ardor te beso. César Antonio.

Entrevista

—Buenos días, Señor —dijo el joven de facciones morenas, delgado y de anteojos. Entraba al despacho del gerente-entrevistador. —Buenos días —respondió el gerente, un hombre alto con rasgos extranjeros, parecido a un catalán. Dirigiéndose al joven le indicó:— Tome asiento. El hombre tomo los papeles que contenían la documentación y hoja de vida del joven entrevistado. Ojeó cada dato y detalle. Luego, mirando al joven, le preguntó: — ¿Qué sabe hacer? — Yo, señor, estoy apto para cualquier trabajo. Sé defender mis derechos y acatar mis deberes tanto como asumir responsabilidades siempre y cuando no absorba el tiempo que dedico a la libertad y a hacer lo que más me gusta. —Entonces dígame qué es lo que más le gusta hacer. —Escribir, señor. El trabajo para mí es solo para tener dinero para comer, ir al médico y divertirme de vez en cuando. Pero escribir es mi vocación. — ¿Y qué escribes? —De todo. Artículos, poesía, cuentos, relatos, ensayos, anécdotas… El entrevistador asintió como haciend

Nepturno

Podríamos escribir sobre un Chavo del 8 viendo a los niños con sus ocurrencias tan graciosas como la siguiente: Tengo dos hermanos: Pierre y Nicole. Ellos discuten, juegan, se ofenden, compiten, y detrás de todo eso se nota que el uno sin el otro tuviera una vida muy aburrida. —Tu abuelita es karateka —le dice Pierre a Nicole. —La tuya se cree un Power Ranger —contesta Nicole, sin quedarse atrás, y sin darse cuenta que la abuelita de Pierres es también la de ella. — ¡Pero la tuya maneja camión!... —responde, piconamente, Pierre. Yo me mato de la risa oyéndolos. Hace una semana, mientras jugaban Agogó y tenían que decir nombres de planetas, Pierre cometió un error que me hizo reír hasta más no poder. — ¡Venus! —dijo Nicole. — ¡Tierra! — respondió Pierre. — ¡Mercurio! — exclamó Nicole. Y aquí viene la poca memoria de Pierre respecto al conocimiento de los planetas... — ¡ Nepturno ! —dijo él; pero Nicole lo corrigió. —Tonto eres, Pierre. No se dice Nepturno ;

Gasparines

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Hace frío. El Otoño desviste a señores y damas que tienen tronco de leña; el cielo ha vuelto ha deprimirse; el mar exhala un vaho que hiela las manos, las mejillas… Los fantasmas recorren las calles sin ser cautelosos; tropiezan, se disculpan, y siguen su trayecto. Ellos aman este clima tétrico. Buscan un lúgubre castillo; pero, tontos, aquí no hay castillos, ni casas habitadas por arañas empolvadas y huéspedes sin más cuerpo que únicamente huesos. Yo los veo a través de la neblina, los veo aunque no soy un fantasma. Curiosamente, ellos no me ven a mí. Voy tras ellos, sigiloso, hasta estar cerca. Una vez llegado, silbo, tarareo, canto fúnebremente; los espectros me escuchan, se estremecen, se sacuden (porque no pueden temblar), se atormentan con los sonidos que emito; con mi voz de corista sórdido, y jamás querido por oído alguno sobre la faz de la Tierra. Despavoridos, los tontos fantasmas vuelan raudamente, refugiándose dentro del madero de un árbol, o sumergiéndose en el asfalto. Yo

Pastilla

Prendí la radio. En un espacio abierto al público un hombre criticaba a los decadentistas: “Ellos acusan la corrupción de las autoridades políticas; pero si la corrupción, señor, se encuentra en todas partes… El Perú está jodido porque el individualismo es lo que aquí impera”. Al salir de mi casa una vecina le dijo a la otra: “Hija, han aparecido ladrones y fumones en el paradero de la P-1”. La otra le contestó: “Debe ser por la venta de droga que ha empezado a correr en nuestra zona”. Vivo en un pueblo joven en el que apenas en diez años han proliferado los asaltos, precisamente afuera del billar y el Internet, frente al paradero de la línea P-1. Sí, en diez años. No hay postes de luz, pero ya hay cabinas de Internet. No hay losas deportivas, pero ya hay un lugar para jugar el taco ¿Y acaso eso es malo? Lo que sucede es que el billar y el Internet le pertenecen a Pastilla, un hombre sin escrúpulos que vende polvo a los mismos muchachos que asaltan desvergonzadamente en la zona. Sabe D

Despertaré y seré una cucaracha

Sinceramente estar despierto con una pulga que jode y jode mientras que los perros ladran y mi hermano y su amigo parlan y parlan, todo eso, y esta tenue luz, me tienen despierto una y treinta de la mañana frente a esta hoja que me sabe a dos a buenas amigas: Isabel y Verónica. Pero antes de haber dicho algo aquí, tragué versos de César Vallejo, versos que poco entiendo y que no sé en dónde guardan el valor que me emociona, que me lleva a morir en cada línea, a saborear con la lengua del alma el dolor o la desdicha. Para mi sosiego mi hermano dejó de carcajear --ya parecía una tía borracha--, eso quiere decir que él y su amigo se quedaron dormidos ¡Qué suerte para ellos!... A mí el sueño me desdeña, ya parece Ángela, ronda cerca y no se deja atrapar y ni me atrapa; ya no sé quién es fantasma de quién. Aquella pulga también se ha quedado quieta, (barriga llena, corazón contento). Me da por mirar mis medias rotas como mi fracción de descanso. Miro mis zapatillas compradas hace poco a