Entrevista

—Buenos días, Señor —dijo el joven de facciones morenas, delgado y de anteojos. Entraba al despacho del gerente-entrevistador.
—Buenos días —respondió el gerente, un hombre alto con rasgos extranjeros, parecido a un catalán. Dirigiéndose al joven le indicó:— Tome asiento.


El hombre tomo los papeles que contenían la documentación y hoja de vida del joven entrevistado. Ojeó cada dato y detalle. Luego, mirando al joven, le preguntó:

— ¿Qué sabe hacer?
— Yo, señor, estoy apto para cualquier trabajo. Sé defender mis derechos y acatar mis deberes tanto como asumir responsabilidades siempre y cuando no absorba el tiempo que dedico a la libertad y a hacer lo que más me gusta.
—Entonces dígame qué es lo que más le gusta hacer.
—Escribir, señor. El trabajo para mí es solo para tener dinero para comer, ir al médico y divertirme de vez en cuando. Pero escribir es mi vocación.
— ¿Y qué escribes?
—De todo. Artículos, poesía, cuentos, relatos, ensayos, anécdotas…

El entrevistador asintió como haciendo un gesto de entender al joven al que estaba escuchando. Luego hizo una observación:

—Sus papeles me indican que estuvo estudiando en San Marcos y que ha dejado la carrera. Además trabajaba a la vez que cursaba los ciclos ¿Por qué se salió de la Universidad?
—Porque la carrera que estudiaba no se acomodaba a mí. Quise estudiar para alcanzar un título que al final de cuentas me dé un buen empleo para ayudar a mi madre y a mis hermanos. Pero me olvidé de mí y de mis proyectos. Ahora me he convertido en un ser individualista. Quizá por eso me siento a veces una mala persona. Por otro lado, yo no he nacido para estar atado a una oficina, ni para administrar recursos de empresa, entre otras cosas que trataba mi carrera.
—Y ¿qué es lo que quieres hacer aquí? Esta es una empresa. Yo contrato personal productivo, con ganas de trabajar y que sientan que los objetivos que persigue la empresa son también los que los empleados deben seguir.
—Señor, disculpe la refutación, pero se engaña usted con lo que ha dicho. Que los empleados deben perseguir los objetivos de la empresa es una pauta que se desprende de las ideas de la mercadotecnia y la administración. Lo que les interesa a los trabajadores es que se les pague bien y que no se cometan abusos.

El entrevistador quedó admirado por las palabras del joven.

—¿Por qué no estudió Literatura, si escribir es su vocación?
—Antes de ingresar a San Marcos era uno de mis sueños. Pero al estar dentro me di cuenta que detesto el academicismo. La Literatura es eso en la universidad, o eso me pareció a mí. Las cosas que yo escribo son para descubrirme, para comprender con mi propia filosofía el porqué de algunas cosas en la vida, para alagar a una muchacha, para dar aliento o para destruir.
—Bueno... Y entonces quieres trabajar solo para mantenerte mientras escribes.
—Así es, señor.
—Pero no estarás así toda la vida, ¿no? En algún momento querrás tener una familia y te vas a lamentar de no haber terminado tu carrera en la universidad, con la cual, en el futuro, estuvieras ganando dinero. Cuando te enamores engendrarás proyectos para darle lo mejor a quien se convierta en tu esposa.
—Señor, yo ya estuve enamorado; pero vine a darme cuenta que el amor no es para mí. Eso es suficiente para despreocuparme por querer tener un buen trabajo en el futuro.
— ¿Y cuando te hagas viejo? Vas a quedarte solo y eso será horrible
—No llegaré a la vejez. De eso casi me siento seguro. La muerte vendrá hacia mí temprano, o yo me encargaré de traerla.
— ¡Eso es grave! ¡Anda, ve a un psicólogo!
—En mi adolescencia me enviaron al Larco Herrera por mostrar signos de locura. Me dio tanto miedo ese lugar que me compuse para no quedarme. Sin embargo, jamás me compuse realmente.

El entrevistador estaba alarmado. Cogió los papeles y los puso bruscamente en las manos del joven.

—Por favor, yo no quiero gente extraña y enferma en mi empresa —dijo—. Anda, busca trabajo en otro lugar; aunque creo que jamás encontrarás en dónde te contraten. Deberías cargar fruta, lustrar zapatos, cantar en los microbuses, y no sé qué cosa más si quieres llevar la vida de poeta.
—Me bastaba con las ocho horas de trabajo que indicaban en el anuncio para tener tiempo para escribir. Tenga usted suerte en su empresa. Gracias por la entrevista, y perdone la pérdida de tiempo que le he causado. Adiós.

El joven extendió la mano para despedirse del entrevistador; pero éste no correspondió a la cortesía. El joven no se indignó por esa falta de respeto. Ya ni le interesaban las personas mal educadas.

Comentarios

Gabriela Parra ha dicho que…
Interesante, me atrevo a decir que todos los que escribimos de alguna forma u otra llegamos a pensar eso, existir solo para darnos tiempo a escribir.

Saludos señor César, soy Gabriela, he cambiado el link de mi blog y le invito a que pase cuando desee =)

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