Estúpidas historias

«... Y fue así que, después de esperarla toda una vida, ella llegó a amarlo».
Cerró el libro que había acabado de leer, se lo llevó al pecho, suspiró seriamente, recordó con poco esmero a una mujer de nombre alado y celestial. La imagen formada le hizo permanecer un par de minutos absorto, hasta que de pronto... «¡Estúpidas historias!» exclamó lanzando el libro, que cayó cual ave embestida por un cazador. Había recordado la conversación que tuvo con Ángela la noche anterior.
—Si yo no puedo sentir nada por ti ¿por qué me esperas? Busca a otra que yo jamás podré quererte.
—Te espero porque te quiero mucho, y si soy paciente sé que algún día sentirás lo que yo por ti. Así sucede en todas las historias amorosas que he leído; sólo tengo que aguardarte.
—¡Historias! —dijo ella y carcajeó mostrando sus pequeños dientes— ¡Cuándo no tú, viviendo en un mundo irreal!... Date cuenta de algo, todo lo que lees es puro cuento, y los cuentos nacen de las ideas de escritores y poetas... ¡Ideas! Discúlpame, pero debo decirte que eres un idealista. Sabes lo que es eso, ¿verdad?
Él fue inmediatamente atrapado por el juego lógico de la mujer. Era eso algo que hacía que la quiera: su precisión al decir las cosas, su inteligencia... Sin embargo era eso mismo lo que también lo aniquilaba, como aquella noche en la que lo hizo quedar como un loquito, a lo Quijote, como un ingenuo que no pisaba tierra.
Y se quedó mirando el libro deshojado violentamente y tirado sobre el suelo. No lo levantó. Representaba mentiras. Con el tiempo dejó las historias de los amores que esperan, se convirtió en un tipo con ópticas realistas, y se olvidó que estaba enamorado de la mujer de nombre alado y celestial, que se llamaba como los ángeles.
—Si yo no puedo sentir nada por ti ¿por qué me esperas? Busca a otra que yo jamás podré quererte.
—Te espero porque te quiero mucho, y si soy paciente sé que algún día sentirás lo que yo por ti. Así sucede en todas las historias amorosas que he leído; sólo tengo que aguardarte.
—¡Historias! —dijo ella y carcajeó mostrando sus pequeños dientes— ¡Cuándo no tú, viviendo en un mundo irreal!... Date cuenta de algo, todo lo que lees es puro cuento, y los cuentos nacen de las ideas de escritores y poetas... ¡Ideas! Discúlpame, pero debo decirte que eres un idealista. Sabes lo que es eso, ¿verdad?
Él fue inmediatamente atrapado por el juego lógico de la mujer. Era eso algo que hacía que la quiera: su precisión al decir las cosas, su inteligencia... Sin embargo era eso mismo lo que también lo aniquilaba, como aquella noche en la que lo hizo quedar como un loquito, a lo Quijote, como un ingenuo que no pisaba tierra.
Y se quedó mirando el libro deshojado violentamente y tirado sobre el suelo. No lo levantó. Representaba mentiras. Con el tiempo dejó las historias de los amores que esperan, se convirtió en un tipo con ópticas realistas, y se olvidó que estaba enamorado de la mujer de nombre alado y celestial, que se llamaba como los ángeles.
César Antonio
Comentarios
relato corto y agradable
un abrazo