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Mostrando entradas de mayo, 2010

Tiempo esquivo

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                  Estas últimas semanas soy mendigo del tiempo. Corro bajo una lluvia de quehaceres, responsabilidades y citas, y no vales respirar, no vale detenerse un momento para distraerse en juegos infantiles: se es ya un hombre. Felizmente ya comenzó el invierno para enfriar las carreras, ya que el sol extenúa inmisericorde a nuestras almas sudorosas. Ahora, mientras redacto esta banal reflexión, el gallo todavía canta, y a lo lejos los transportes arrancan ruidosamente sus motores llenos de flema mecánica y hacen sonar las bocinas desesperantes.           Tengo que vestirme —eso debería estar haciendo—, desayunar un bizcocho con cualquier bebida caliente —tibia en realidad, por el apuro— e ir a enfrentarme con la ciudad y su congestión, pasármela todo el día en la calle: en la universidad, en el trabajo, en el transporte público, en el restaurant, en el inodoro, en los paraderos… Apurado, pensando, no sobre qué hay que hacer, sino sobre qué hacer entre tantas cosas que hacer.

Encanto primoroso

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                        Es verdad que el viento acaricia. Hoy el sol fue blando con mi piel ya quemada ardorosamente —en especial los brazos y mi rostro—. Gracias al viento fresco de esta temprana tarde, mi epidermis se gozó untada del sabor del aire; encanto primoroso.           Hay una sola pileta en San Marcos que se ha encendido de agua para refrescar la vista. Chorrea hasta lo alto espuma blanca que cae con un estrépito melodioso. A un lado de la pileta yacen tres medianos árboles; al parecer son acacias. Están circundadas por unos bajitos muros anchos a donde yo voy casi de costumbre a sentarme para gustar de la sombra arbórea: allí el viento acaricia mi piel y alborota mi cabello. Las hormigas rodean en su disciplinada obra lo que para ellas son grandes murallas. Algunas se meten por dentro de mi pantalón y llegan las muy atrevidas hasta la entrepierna. Yo las presiono por sobre la ropa. Para que no me molesten más subo las piernas sobre el muro y las cruzo como Buda. Después