Edson
Son tres las muchachas que se mueren por Edson; pero él, ni caso. Está concentrado en el campeonato inter escolar de fútbol y parece que toda la vida va a estar así, entregado únicamente a la pelota. Yo no lo creo. Espérense uno o dos años. Lo que pasa es que todavía no lo coge la adolescencia, es un niño, apenas está por acabar la primaria; mientras, las muchachitas —que maduran más pronto para ese sentimiento bochornoso que es el amor— sufren por él. Y sufren a tal punto que se sienten confundidas: ayer estuvieron contentísimas porque creyeron que Edson las miró; hoy lo llaman vanidoso y creído porque ni siquiera volteó a ver la barra que le hicieron, y reniegan. Él ni cuenta, no sabe nada, no tiene ni la más remota idea que está desorbitando corazones y que a veces lo aman y a veces lo odian con el mismo fervor.
Ay, Edson, si supieras cuántos oficinistas, carpinteros y escritores soñaron de niños ser como Maradona… Era algo así como Lionel Messi. Sin embargo, ser futbolista famoso es un sueño que en algún momento se nos comienza a menguar. Cuando pase, de pronto reconocerás a tres muchachas guapas de las que nunca te habías percatado, serán coquetas, te despertarán ciertos deseos inexperimentados, comenzarás a sentir un bicho raro en el estómago y no será un parásito; pero entonces, pobre Edson, estarás en primero de secundaria y esas tres muchachas a las que inconscientemente hiciste padecer antes, desgraciado canalla, ya no te pararán bola: estarán detrás de Pablo, el egocéntrico poeta de tercero.
César Antonio
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