Veinte céntimos
Nos siguen seduciendo los placeres artificiales entre ruidos de bocinas, multitud de luces en letreros, licores, mayonesas y maniquíes. Para muchos, quincena es ya fin de mes, tiempo en que empiezan a raspar los bolsillos, a estresarse, a regatear por el pasaje en el microbús, a contar los céntimos y a lamentarse y a soñar frente a un escaparate. Uno crece y crecen las necesidades. Recuerdo que cuando tenía seis años, e iba del colegio a casa en microbús, un día un pavor inmenso aceleró mi corazón al dejarme consternado: había perdido el pasaje: había perdido veinte céntimos. Cantidad insignificante en este tiempo y a mi edad. Si aún tendría seis años, trescientos soles sería para mí la vida sin preocupaciones. Pero no solo crecen las necesidades; también crecen las vanidades. Qué fácil sería la vida si aprendiera a vivir bien en lo poco, con las alegrías sencillas o las que no se compran, sin avergonzarme porque tengo una guitarra parchada con cinta adhesiva y que, a pesar de eso, suena bien; o sin afanarme en llenar mi biblioteca personal con libros caros cuando todas las bibliotecas del mundo me pertenecen porque es mi derecho y mi oficio vivir en ellas; alegre debería estar por mi casita en un cerro a donde no llega sodoma; contento con mi jean azul desgastado que me ciñe tan bien; feliz con caminar largamente con Verónica de San Marcos a Wilson algunos sábados por la noche; o conversar con Moisés Azaña que me invita a huecos culturales sin pagar ni un sol. Debería conformarme con mis tres días a la semana como profesor de Literatura y con las pueriles madrugadas en que una orquesta de grillos me hace infantil el corazón y me purifica de todos mis demonios.
César Antonio
Comentarios
no te alejes por mucho tiempo.
besitos
AZAÑA ORTEGA
PD: Mientras continúe existiendio huecos culturales gratuitos, bacán.
saludos,
Por cierto, felíz cumpleaños.
Saludos y un abrazo.