Son tres las muchachas que se mueren por Edson; pero él, ni caso. Está concentrado en el campeonato inter escolar de fútbol y parece que toda la vida va a estar así, entregado únicamente a la pelota. Yo no lo creo. Espérense uno o dos años. Lo que pasa es que todavía no lo coge la adolescencia, es un niño, apenas está por acabar la primaria; mientras, las muchachitas —que maduran más pronto para ese sentimiento bochornoso que es el amor— sufren por él. Y sufren a tal punto que se sienten confundidas: ayer estuvieron contentísimas porque creyeron que Edson las miró; hoy lo llaman vanidoso y creído porque ni siquiera volteó a ver la barra que le hicieron, y reniegan. Él ni cuenta, no sabe nada, no tiene ni la más remota idea que está desorbitando corazones y que a veces lo aman y a veces lo odian con el mismo fervor. Ay, Edson, si supieras cuántos oficinistas, carpinteros y escritores soñaron de niños ser como Maradona… Era algo así como Lionel Messi. Sin embargo, ser futbol...