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Mostrando entradas de febrero, 2011

El sino de María

Aquellos sujetos jamás sabrían del exquisito placer que reside en la entrega limpia de los cuerpos. Lo de ellos era una chulada, un vulgar apetito de sexo que llenarían en cualquier orificio de María. Ella, alcoholizada y estúpidamente alegre, dejaba que la tocaran a sus anchas dentro de una ruinosa combi desaseada. Uno decía: ¡Hoy metemos pistola, Charlie! Y el otro: ¡Sí, y la metemos rico! Mientras tanto María parecía una loca, movía los hombros y la cintura al ritmo de una canción descarada. Vestía una percudida blusa negra de tirantes que se le caían de los hombros y un short cortito que dejaba ver sus anchas piernas. Los pies los tenía sucios y se había recogido descuidadamente el cabello con un carmín. En el barrio mucho se habla de María. ¡Vaya a ver cuántos indecentes sobrenombres ya le pusieron las vecinitas! Pero pocos saben que su tío había abusado de ella a los seis años y que no acabó el colegio porque su madre decía: Y ésta, ¿para qué va a estudiar? Es mujer, que lave pl

Poeta blanca en la biblioteca azul

Te llamo enamoradamente, mas no quiero que dejes de escribir ni que escuches a mis ojos. Gracias por la mañana y la gentileza de estar sentada allí, escribiendo, intensa poeta. Pero relájate algo, recógete el cabello, despeja tus ojos en un punto que no sea blanco. Deja que la idea venga paciente como una ola espumosa que surca el azul. Cuando la ola rompa déjale el tango a tu mano escribiente y condena, alegremente, tus palabras en la celda virgen de las hojas. César Antonio

El hijo de Chapana

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 Había permanecido abstraído toda la tarde, sin comentar nada, pareciendo insensible a la muerte de su padre, don Chapana. Salió como a las siete de la noche y volvió a las dos de la mañana borracho, desaliñado como un pobre desgraciado. En el velorio no estaban más que su esposa y los hermanos del finado. Arrastrando los pies Gustavo se acercó al ataúd, lo abrazó efusivamente y pegó gritos llenos de dolor: “¡Despierta Chapanita! ¡Despierta conchesumare! ¡Despierta!”. Gustavo no fue el hijo que Chapana soñó, más bien lo contrario; pero Chapana lo quiso a pesar de su mal camino. Basta recordar el día en que Chapana movió cielo y tierra para sacar a Gustavo de la cárcel, cuando todos deseaban que pague ahí sus vilezas. Gustavo había sido apresado por robo. Era un día de borrachera con Chemo. Andaban por la calle cuando una señorita lucía al aire libre un celular de pantalla táctil. A éstos se les antojó el aparatito, así que fueron y le quitaron el celular más un bolso que llevaba, pe