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Mostrando entradas de diciembre, 2009

Alivio

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Otros quisieran ser tu héroe. Yo me conformo con ser tu enfermero .        Reposa Ojalá no estés grave Toma agua caliente con limón Es efectivo si tienes gripe ¿Te duele la cabeza? Pide silencio Ya lo sé... tu casa es un infierno ¿Todavía hay niños? Si yo viviera cerca... Si yo viviera cerca te visitaría pediría permiso para hacerte una taza de té Iría a la farmacia con mucho gusto Mojaría los paños para calmar la fiebre Permanecería a tu lado te contaría una historia un chiste... No, eso no, sería perjudicial. César Antonio

Ardor

        Hay más niños detrás de esos cerros sucios invadidos por casas que forman desordenadas callejuelas, niños que juegan con tierra, que compiten lanzando piedras, que me miran y se burlan de mis lentes y me dicen cuatro ojos, negro mama, como si ellos fueran gringuitos, mocosos del demonio. Me siento a descansar a mitad de las escaleras, un poco más arriba de un pequeño jardín de donde revolotean flores con alitas blancas que se apiadan de mí. El cielo… Dios no vive en el cielo, Dios no es cochino ni pobre para que viva en esa mugre. Estoy tan cansado, no quiero subir más, quiero morirme aquí, en medio del camino, en medio de todo, y ser tragado por esas rocas que amenazan con aplastarme si me atrevo a gritar para romper en cólera. Daría todo lo que tengo por un panorama bello y celeste; en cambio, veo un hombre que mea insultando el horizonte. César Antonio

Manuel

          Las 22 horas. Noche infernal: luces de neón, paradisiacos tragamonedas, el cine Susy y sus películas pornográficas, desmontes de basura debajo del puente, chifas, peluquerías y discotecas, vendedores con la merca sobre plásticos azules o negros, tendidos en el piso; churros con manjar revolcados en azúcar blanca y fritos en aceite Castrol, venta de películas, series y comedias escabrosas, hombres de rostro surrealista: caras de piel grumosa y chuzos, piercing en la nariz, minúsculos aretes. Voces roncas. Bermudas. Desproporcionadas poleras con capucha. Señoritas que visten sin gusto: la panza al aire, la espalda descubierta. Sodoma ¿Sodoma? Ciudad de Dios.        Arrastro el alma, cruzo la avenida por debajo del puente, esquivo a las peluqueras que insisten en hacerle un corte a mi alborotado y oscuro cabello. Le compro un cigarrillo a una desamparada abuela. Fumo. Sigo caminando. A la entrada de un burdel un hombre anuncia: ¡A sol la barra! Pago e ingreso. Fluorescentes de

Banca

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A mi abuelo Hildebrando Torres Suazo, aunque él hubiese preferido una historia de vaqueros, a lo Gran Chaparral o como en Bonanza. Además le dedico el video titulado El Piano que podrán ver al final de la lectura, solo le hacen click. El espejo presentaba a un hombre viejo que, a pesar de los años requeridos para ser sabio, aún conservaba una cenicienta cabellera. Peinose levantando el endeble y lento brazo, cerciorose del cuello de su camisa y notó su espalda encorvada… La vejez parece una reverencia a la vida, y la soledad en ese estadio ya es eterna. Hace veinte años que el cielo había recogido a su querida esposa, y hace veinte años que había dejado de ser tan feliz. Vivía en el número tres de la vieja quinta del portón marrón de madera carcomida por el tiempo. Vivía solo y salía por las mañanas rumbo al parque Butters para leer con frescura el periódico. Tenía su banca favorita, y los que conocían al viejo sabían que sentarse en esa banca era como profanar un lugar santo, que casi