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Mostrando entradas de noviembre, 2008

Estúpidas historias

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«... Y fue así que, después de esperarla toda una vida, ella llegó a amarlo». Cerró el libro que había acabado de leer, se lo llevó al pecho, suspiró seriamente, recordó con poco esmero a una mujer de nombre alado y celestial. La imagen formada le hizo permanecer un par de minutos absorto, hasta que de pronto... «¡Estúpidas historias!» exclamó lanzando el libro, que cayó cual ave embestida por un cazador. Había recordado la conversación que tuvo con Ángela la noche anterior. —Si yo no puedo sentir nada por ti ¿por qué me esperas? Busca a otra que yo jamás podré quererte. —Te espero porque te quiero mucho, y si soy paciente sé que algún día sentirás lo que yo por ti. Así sucede en todas las historias amorosas que he leído; sólo tengo que aguardarte. —¡Historias! —dijo ella y carcajeó mostrando sus pequeños dientes— ¡Cuándo no tú, viviendo en un mundo irreal!... Date cuenta de algo, todo lo que lees es puro cuento, y los cuentos nacen de las ideas de escritores y poetas... ¡Ideas! Discúl

A los intelectuales

¡Hey, cosmopolita! merodeador de círculos letrados, si, tú, el que lleva los anteojos del saber, el hombre voceado y admirado, el que autografía novelas e imparte cátedras en conferencias, escúchanos: ¡los de abajo te necesitamos! Vivimos dominados por panzones y tetones que juran nuestro crecimiento por parte de la «benevolencia» extranjera ¿Es cierto aquello?... ¡No nos ignores! ¿Hacia dónde apuntan tus proyectos? Ayúdanos, porque nuestra educación no va más allá de tener una linda carpeta. Queremos asimilar los garabatos de las tizas, y no que nos borren con una mota la voz y la conciencia. Ven, amigo intelectual. Estás sumergido en tus libros, pero vas a ahogarte y de nada habrán servido tus conocimientos. Nosotros somos gente de callejones nauseabundos, esquineritos, trabajadores mal pagados, serranos, como nos llaman algunos de tus colegas, indios olvidados que ven a «extraños» devorar nuestro banquete biodiverso. ¿Eres acaso otro más que nos mira como a moscas, que nos tilda de

Invitación: «Ojos cansados»

«Ojos cansados». A mi parecer, y con esta modesta apreciación literaria, lo califico como un grandioso relato. Escrito por Moisés Azaña, un buen amigo mío, nos relata la tan estremecedora historia de un viejo hombre anacoreta, que reflexiona a fondo, a la entrada de su habitáculo (una cueva). Estas breves palabras invitan a cualquier forastero de mi blog visitar el blog --Valga la redundancia-- de Moisés Azaña. Lo podrán encontrar al lado derecho de esta página, clickean y ya. También pueden ingresar a www.sin-calzon.blogspot.com y buscar el título «Ojos cansados». Van a quedar maravillados.

Ciudad de los Reyes calcinados

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Ciudad de los Reyes calcinados Todas las mañanas se parecen laguna con la gota carros llenos van de ida carros vacíos van de vuelta como eritrocitos de las venas de Lima edificios talqueados de gris carbúrico casas de adobe y quincha que aún perviven calles abigarradas como barrios de payaso letreros por doquier monumentos monócromos señoritas guapas de espaldas gente deforme que trabaja lustrabotas, carameleros puestos de periódicos Mañanas para el caldo de gallina o la quinua de los dioses Mañanas rumbo al progreso El Perú avanza ···> César Antonio